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Volatilidad del dólar, responsabilidad económica y rigideces del Estado
Por senador Mario Ríos, de la región del Bío Bío
Entendiendo que el dólar es un producto más y tiene las variabilidades propias de los volúmenes, tendrá un mayor o menor valor al interior de nuestro país en la medida que existan más o menos dólares.
Pero como nosotros somos una sociedad que tiene como responsabilidad desde el punto de vista económico, aceptada por nuestra sociedad y por nuestra estructura institucional. Por ello, y por todas las gestiones laborales y empresariales y profesionales que estamos desarrollando en la conquista de los mercados mundiales, no podemos marginarnos de la responsabilidad de ser nosotros autores de un proceso que tiene que adecuarse al interior para alcanzar los niveles que pretendemos alcanzar en el desarrollo.
Los ejemplos de mayor o menor valor del dólar, en cuanto a mayor inversión o actuación del Estado, tienen algunos resultados que son esporádicos y mediáticos, pero en la proyección general final, sin duda alguna, desde mi punto de vista requieren una revisión de lo que nosotros mismos somos como país para enfrentar este comercio mundial.
Surgen entonces tres consultas: la primera de ellas es: ¿puede una economía tan abierta como la chilena tener éxito si a su vez tiene en su interior leyes tan rígidas como lo son, por ejemplo, las leyes laborales, algunas tributarias, como las territoriales y otras que no se pueden adecuar a las circunstancias y a la versatilidad que tiene el comercio en el mundo?
La segunda pregunta es: ¿puede una economía tan abierta como la chilena tener éxito si a su vez, tiene en su interior rigideces administrativas del Estado que inhiben la necesaria agilidad que se requiere para adecuar negocios a estas nuevas realidades, como son por ejemplo, el alto número de subsidios sociales del Estado que compiten con el trabajo sobre todo, en momentos de pleno empleo?
Y hay una tercera duda o interrogante: porque entendiendo que la inversión, y no el recurso en el mercado financiero o individual social, permite efectivamente aprovechar una divisa baja para capitalizar. Si exporto, con el retorno tengo dos opciones: gastar ese dinero o invertir. Si gasto, incorporo los dólares al mercado interno y su mayor volumen produce mayores bajas. En cambio, si invierto, dicho capital permite hacer crecer la economía, aumentar la mano de obra, y lo que puede ser más excelente, agregar valor agregado al producto.
De lo anterior surge entonces otra una enorme duda. ¿Chile con sus fortalezas alcanza a ser efectivamente un país del primer mundo?.
Para ello, dos respuestas.
Efectivamente, podemos tener capacidades para hacer un país mejor, pero ello sólo ha llegado a la gran empresa, que ha logrado créditos internacionales de bajos intereses; y lo más importante, el necesario volumen de producción, única posibilidad real para competir.
De lo anterior, surgen los siguientes caminos:Primero, la revisión de todas aquellas rigideces que existen en el interior y que no le permiten al empresario, al profesional, al trabajador, actuar con las necesarias agilidades para enfrentar este cambiante mundo económico del mundo.
Dos, revisión de todas las rigideces administrativas del Estado, tanto aquellas en actos públicos que implican readecuaciones ágiles que obligan la responsabilidad del comercio mundial y nuevas doctrinas en los subsidios que afectan el trabajo.
Por lo tanto, el Estado debe procurar mayor inversión con interés internacional, que es el más bajo de la historia reciente; y organizar un organismo que facilite el volumen comercial exterior. Todo lo anterior permite una sola cosa fundamental y realista: adecuar a Chile en serio al comercio mundial.
Estos aspectos que señalo nacen de un hecho que es trascendente. Es cierto que nosotros tenemos una enorme empresa, con capacidades realmente admirables que se expresan en cifras también admirables. Ellas hay que apoyarlas, mantenerlas en su trabajo, que se alcance su pleno desarrollo.
Sin embargo, detrás de estas empresas están las 580 mil pymes, que no tienen ni los intereses bajos, ni tampoco las capacidades de volumen. Y nosotros las hemos abandonado y las hemos dejado a su propio arbitrio, sin tener la posibilidad alguna de que ellas puedan competir.
Por ello debemos ver si somos capaces de una vez por todas de romper, ese temor que el privado tiene en la acción del Estado, y que es el desinterés del Estado en actuar en las cosas privadas.
El Estado y el mundo privado tienen que trabajar unidos. Como lo hubo en momentos importantes de nuestra historia, y reconozco a
Desde el Senado el Senador Ríos, interesante propuesta, saludos Rodrigo González Fernández, consultajuridica.blogspot.com
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